Mi abuela encontró a su amor perdido en una residencia de ancianos – El enorme secreto que le reveló puso su vida patas arriba

Desde aquel día, Peter y la abuela fueron inseparables. Pasaban todo el tiempo juntos en la residencia de ancianos, compensando los años perdidos.

“Vamos a dar un paseo por el jardín, Mary”, le decía Peter todas las tardes, cogiéndole la mano.

“Sí, vamos”, respondía la abuela, con el rostro iluminado por la alegría.

Asistían juntos a actividades, desde clases de pintura hasta noches de cine, siempre codo con codo. Incluso iniciaron la pequeña tradición de tomar café en la cafetería todas las mañanas.

“Buenos días, tortolitos”, bromeaba cada vez que los visitaba en la cafetería.

“Mia, ven con nosotros”, decía la abuela, haciéndome señas con una sonrisa.

Los visitaba a menudo y llegué a conocer a Peter como mi abuelo biológico. Era un hombre amable y gentil, lleno de historias y sabiduría. Era como si un trozo del pasado cobrara vida y se uniera a nuestro presente.

Una tarde, mientras los tres estábamos sentados en el café donde se habían reunido dos amantes perdidos hacía mucho tiempo, me volví hacia Peter y le dije: “Háblame de tu infancia, abuelo Peter”. En cuanto aquellas dos últimas palabras salieron de mis labios, me arrepentí.

Rápidamente, me corregí. “Siento haberte llamado abuelo. Es que echo de menos a mi abuelo desde que falleció hace unos quince años”.

“No pasa nada, querida Mia. Puedes llamarme abuelo Peter. No me importa en absoluto. Sí, entonces eran otros tiempos…”, empezó, con los ojos brillantes de recuerdos.

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