Los 94 años de Clint Eastwood: pocos igualan a una de las últimas leyendas vivas de Hollywood

Venerado por público y crítica, abandera una compleja dualidad entre el arquetipo de tipo duro, serio y lacónico encarnado en muchas de las películas que ha protagonizado y su faceta como director al frente de historias más intimistas, con personajes femeninos potentes y pertenecientes a minorías.

Curtido en televisión e icono del ‘spaghetti western’

Clint Eastwood nació en otro mundo. Un lugar donde no había televisión y en el que convertirse en estrella de cine ni siquiera era un sueño recurrente porque la industria del entretenimiento apenas había echado a andar. Su madre, Ruth Eastwood, se quedó embarazada en pleno crac del 29 y el 31 de mayo de 1930 nació en San Francisco un bebé de más de cinco kilos de peso llamado Clint Eastwood, igual que su padre. Cuatro años más tarde llegó su única hermana, Jeanne.

El mundo todavía estaba recobrando el sentido después del impacto de la debacle económica acaecida unos meses antes y durante su primera infancia, Eastwood pasó mucho tiempo viajando junto a su familia, cambiando de ubicación a medida que su padre iba logrando nuevos empleos.

Esa vida en la carretera quedaría reflejada en muchas de sus películas. Muy alto para su edad, el actor se ha definido como un niño tímido que se sintió fascinado cuando la música entró en su vida. En especial, el jazz. Cuando fue entrevistado en el programa Inside the Actors Studio, explicó que aprendió a tocar el piano “de oído”, una habilidad con la que pudo ganarse la vida de adolescente tocando en bares de la zona de Oakland, donde la familia se había asentado.

La escuela nunca le interesó demasiado y tras los años de instituto decidió probar suerte en Los Ángeles. Sus 1,93 metros de altura y su belleza severa de rasgos duros funcionaron como carta de presentación. Consiguió su primer papel en 1954, hace ahora 70 años. Sin embargo, después de una temporada trabajando para Universal con pequeños papeles el estudio prescindió de él.

Ahí podría haber terminado el periplo de Eastwood en el cine, no hubiéramos sentido la rabia de Sin Perdón ni llorado con Los puentes de Madison o compadecido a la Maggie Fitzgerald de Million Dollar Baby. Por suerte, recibió una oferta para una serie de televisión en una época en que la vida familiar de la clase media estadounidense giraba en torno a este aparato.

Desde 1958 hasta 1965 se curtió en la ficción semanal Cuero crudo. Aquel trabajo no presentaba un desafío demasiado grande para Eastwood, pero le brindó una nueva oportunidad en el cine. Y esta vez, no la desaprovechó. El director italiano Sergio Leone contó con él para protagonizar Por un puñado de dólares (1964), un spaghetti western rodado en España y donde Eastwood construyó su imagen de hombre meditabundo, serio y solitario.

La película fue un éxito mundial y aquel hombre sin nombre ataviado con un poncho, un sombrero y un eterno cigarrillo volvió en otras dos películas más: La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el feo y el malo (1966), englobadas dentro de la conocida Trilogía del dólar. Una anécdota ilustra la posición de Eastwood en aquel momento: fue el propio intérprete quien llevó el vestuario para el filme (cigarrillos incluidos). Cuando terminó la etapa de Sergio Leone, Eastwood ya era uno de los actores del momento, pero todavía faltaba un pequeño salto más para ser una rutilante estrella.

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